SANTIAGO, 23 jun (Reuters) - Con guantes de látex azul y una mascarilla, la mujer acarició los rizos grises de su padre, sujetó su cabeza y presionó su boca tan cerca de su mejilla como pudo.
Los médicos en Santiago lucharon durante semanas para salvar la vida de "don Jaime", de 76 años, pero la semana pasada reconocieron que no podrían ayudarlo a superar el coronavirus y permitieron a su familia llegar al hospital para despedirse.
En todo el mundo, la necesidad de frenar la propagación del virus ha impedido que los pacientes puedan ver a sus familias al final de sus vidas.