Permítanme comenzar con una pequeña anécdota histórica que se ajusta perfectamente a las circunstancias actuales. En 1619, en la región francesa de Borgoña, se prohibió el consumo de patatas haciéndolas responsables de los múltiples casos de lepra, que por aquel entonces azotaban la comarca. Las inocentes patatas que habían llegado a Europa procedentes de América, se habían extendido por numerosos países consiguiendo desconcertar a gran parte de la sociedad. Un tubérculo que parecía una piedra y que, para muchos, era un alimento diabólico causante de enfermedades y epidemias. Hace casi una década que escribí un breve artículo titulado “Nuevos medios, viejos miedos” y, aún sigo convencido de que la mayor causa de miedos ridículos es la ignorancia.