A última hora de la tarde, bajo un sol ámbar, el animal aparece en un camino polvoriento de Sudáfrica, con el lomo manchado de barro y los colmillos largos. Muy contrariado desenrolla la trompa para olfatear al intruso.
"Si se mueve a lo largo del vehículo, mantenga la calma, no le pasará nada", susurra el guía con las manos agarradas al volante de su todoterreno silencioso.
El elefante se acerca y roza la carrocería. Unos segundos de cara a cara y nos ignora. Da media vuelta para seguir con su merienda.
"Es realmente magnífico", dice con una sonrisa Gert Kruger.