La duda llegó hasta el último suspiro. Guillermo Ochoa y Jesús Corona habían mantenido una carrera pareja. No era de cuatro años, aunque eso pareciera. Desde 2006, cuando ambos acudieron a Alemania 2006 como escoltas de Oswaldo Sánchez, el futuro estaba en sus manos —también habían estado en los Olímpicos de Atenas 2004, con Corona como titular—. Dos Mundiales más tarde, para Brasil 2014, el momento había llegado. Un solo lugar. Miguel Herrera tenía que decidir a quién encomendar el arco tricolor.
Después de salir del América en 2011, Ochoa se trasladó a Europa con el modesto Ajaccio de Francia.