MENDOZA.- El estadio Aconcagua Arena es un iglú. Afuera el termómetro marca 5 grados, pero dentro, 1200 chicos de escuelitas de pádel elevan la temperatura al menos 20 grados más. Desde Misiones hasta Santa Cruz, desde Catamarca hasta Entre Ríos, se escuchan tonadas de todas los rincones de la Argentina. Pero cuando un persona, con ojos sorprendidos, sale hacia la cancha, todo el griterío entra en resonancia. Las gargantas de más de mil pibes, que viajaron decenas de horas -en algunos casos dos días- para llegar a ver el mejor pádel del mundo, gritan solo dos sílabas: “¡Beee… laaa…, Beee… laa!