La gira del príncipe Guillermo por el Caribe pretendía enviar una señal fuerte en vísperas del jubileo de platino de su abuela, la reina Isabel II, pero se vio empañada por numerosos protestas marcando tal vez un cambio de paradigma para el futuro.
En lugar de las sesiones fotográficas cuidadosamente coreografiadas, en Bahamas y Jamaica, Guillermo, de 39 años, y su esposa Catalina, de 40, fueron exhortados a pedir perdón por el pasado esclavista del Reino Unido.
La familia real británica se benefició de la "sangre, el sudor y las lágrimas" de los esclavos, dijo el comité nacional de reparación de Bahamas, pidiendo indemnizaciones por el "saqueo" que los territorios y pueblos colonizados sufrieron durante siglos.