Mi primera opinión sobre Joe Biden fue que la debilidad que le podía dificultar obtener la nominación demócrata terminaría por ayudarle a ganar la presidencia.
En un momento en que el Partido Demócrata daba un bandazo hacia la izquierda, su centrismo pragmático podía ser ventajoso porque los trabajadores del llamado Cinturón de Óxido y las mamás de Starbucks de los estados péndulo lo encontrarían poco amenazante.
Su incapacidad para entusiasmar a una multitud tampoco era necesariamente una desventaja.
Después de todo, muchos estadounidenses anhelaban una presidencia que pudieran tener de fondo: como una relajante música de jazz después de la música heavy metal sin parar de los años de Trump.