Alberto Fernández se percibe como un optimista en el país del desánimo. “A veces siento soy el único que quiere sembrar esperanza”, se lamentó esta semana, en tono de confesión. Al día siguiente advirtió que “los hechos les van a demostrar a los que dudan que dudaron sin motivos” y cantó en público un viejo tema de Litto Nebbia que habla de encontrar “nuevos caminos” a pesar de “tanta pena y tanta herida”.
Su discurso adquiere un tono casi profético a medida que el prestigio de la gestión se desinfla y su mentora, Cristina Kirchner, le envía señales explícitas de que no aceptará inclinarse ante su liderazgo ni negociará un pacto de convivencia.