La actualización de la carrera de Lionel Messi pasaba por ir sumándole goles, asistencias y títulos. No estaba dentro de las previsiones que después de debutar con 17 años en Barcelona y con 18 en el seleccionado argentino, a los 34 iba a tener un tercer bautismo, en Paris Saint-Germain.
Acostumbrado Leo a sorprender a los demás y dominar todos los trucos con la pelota en los pies, esta vez fue el fútbol el que lo dejó atónito con el giro que debió imprimirle a su brillante trayectoria. La secuencia todavía está fresca y quedará para la historia: domingo 8 de agosto de llanto desconsolado en su despedida de Barcelona y martes 10 de feliz asombro en su desembarco en París.