Estamos en una situación de muchísima tensión. Y en el centro de esa tensión hay una discusión que arraiga muy profundo en la Argentina, pero que ahora adquiere una intensidad extraordinaria, por razones obvias. Se está juzgando y se pide una condena muy severa para una figura importantísima, central de la vida política argentina, como Cristina Fernández de Kirchner. Parte de esta discusión introduce a la vicepresidenta y a sus acólitos, a quienes la siguen, en un cuestionamiento de la legitimidad del tribunal que la está juzgando. Ella va a la raíz del problema. Esta forma de encarar su defensa en términos políticos, que consiste en impugnar la legitimidad de la Justicia, ha adquirido una imagen caricaturesca en el mensaje que le envió el hombre fuerte de Venezuela, que no es Maduro sino Diosdado Cabello.