Inexplicablemente, unos festejaron el triunfo y otros, sobregiraron el sabor de la derrota. El punto es que no hubo ni ganadores ni perdedores; más bien, el fallo de la Corte Suprema en el que se discutía la coparticipación porteña, debiera verse como un tremendo empate con sabor a nada.
La Ciudad reclamaba el 3,50% de la coparticipación y le dieron, por ahora, el 2,95. Además, la Corte reconoce aquel 1,40% originario, el resto (1,55%) con el que llega al 2,95%, es compensación por el traspaso policial. No es posible que festeje la Ciudad de Buenos Aires cuando quedó lejos de lo que pretendía.