Por Thomas Peter y Thomas Suen
PEKÍN, 26 ago (Reuters) - En el momento en que el cantante de heavy metal Shui Shu extendió sus brazos, con una cadena de oración budista en la mano e incienso flotando desde el escenario, su banda desató un muro de sonido sobre la multitud.
La absorta audiencia de unas 200 personas, muchas con mascarillas, se movió con cautela. Al final de la presentación, la mayoría se las había quitado.
Para cuando la tercera banda de la noche subió al escenario, la sala era una olla, con los asistentes agitando los brazos y dando patadas con toda la energía acumulada durante seis meses de cuarentena por coronavirus, que mantuvieron apagadas las luces en lugares alternativos de música de Pekín.