A principios de verano James Rodríguez, que había regresado al Real Madrid tras dos años de cesión en un Bayern de Múnich que no ejerció la opción de compra por el colombiano por 42 millones de euros, parecía uno de los hombres que seguro saldrían del conjunto blanco antes del cierre del mercado.
Como sucedía con Bale, ninguno de los dos contaba en principio con la confianza de Zidane y el club les buscó una salida. A pesar de llegar ofertas del Atlético de Madrid o del Nápoles, ninguna convenció a la directiva blanca y al cierre del mercado James continuó siendo futbolista del Real Madrid.