Hace ya algún tiempo que los clubes de las grandes ligas europeas dejaron de lado al aficionado para enfocarse en el negocio. El romanticismo dejó paso a los números y a las grandes cifras en detrimento de las personas que, al fin y al cabo, hacen grande este deporte.
Si se quiere hablar de un último reducto no ‘contaminado’, algo así como la aldea gala de Asterix y Obelix, entonces hay fijarse en la Bundesliga, donde el aficionado sí que tiene poder y éste corresponde cada fin de semana llenando los estadios de la competición alemana.