Cuando era niña en los años noventa, no tenía fotos de estrellas de cine en la pared de mi cuarto: tenía a Joan Benoit Samuelson. Corriendo hacia la victoria en el primer maratón olímpico femenino, lucía segura, alegre y fuerte. Leí sobre la velocista Wilma Rudolph, la vigésima hija de un maletero del ferrocarril de Tennessee. De niña llevaba aparatos metálicos en las piernas, pero llegó a ser una campeona olímpica; también pegué su foto en mi pared. Más tarde vi a varias campeonas en mi televisor: Venus Williams en tenis; Jackie Joyner-Kersee en atletismo y Misty Hyman en natación.