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Arnaud Gaudillat, profesor de historia en Francia, recuerda que rompió a llorar cuando vio en televisión cómo las llamas arrasaban la catedral de Notre Dame en 2019. “No podíamos hacer nada más que verla arder”, dijo.
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Ahora, cinco años después, mientras cientos de arquitectos, ingenieros y trabajadores del metal corren para terminar de reconstruir las cubiertas del tejado y el cableado eléctrico de la catedral para finales de año, Gaudillat no se quedará de brazos cruzados.