PEKÍN — Seguramente habrá maravillas, porque siempre las hay en unos Juegos Olímpicos. Alguien —posiblemente alguien de quien nunca has oído hablar— deslumbrará con velocidad o gracia o ferocidad o agallas.
Pero hay una cierta tristeza en los Juegos de Invierno de Pekín, que se inauguraron oficialmente el viernes. Ya sea por la política o la pandemia, los Juegos Olímpicos se han atenuado en la misma ciudad que, en 2008, los convirtió en un espectáculo maravilloso, ambicioso y perdurable.
Miles de visitantes de todos los rincones del mundo han llegado a la vasta capital de China y a sus montañas circundantes, atravesando a diario el corazón de la ciudad sin poder tocarla ni saborearla ni interactuar con ella.