Hace diez años, o incluso cinco, una atleta de la talla de Simone Biles tal vez habría sido reacia a admitir que le costaba enfrentar tanta presión, ya ni hablar de retirarse en medio de una competencia olímpica.
“Las personas quizá habrían tachado a esa atleta de tener mente débil”, dijo Hillary Cauthen, psicóloga clínica deportiva en Austin, Texas, el martes, horas después de que Biles, la mejor gimnasta de la historia, abandonó la final femenina de gimnasia por equipos en los Juegos Olímpicos de Tokio, y un día antes de que declarara que tampoco participaría en la competencia individual de gimnasia femenina.