Donnie Nelson, presidente de operaciones de los Dallas Mavericks, recuerda esas palabras como si las hubiese escuchado ayer.
“No sé si encajo aquí. No sé si llegaré a hacerlo.”
Aquel joven tenía motivos para dudar. La franquicia había hecho una apuesta fuerte por él, pero estaba en la mitad de su año rookie y lo estaba pasando realmente mal. Era alto, pero el resto de interiores de la liga imponían su físico sobre él. Sus lanzamientos no entraban. Su confianza estaba por los suelos.
“Nunca olvidaré el día que vino y me dijo ‘creo que me quiero ir a casa,'” recordaba Donnie Nelson horas antes del partido contra Los Angeles Lakers.